Hay heridas que no es capaz de curar el tiempo.
Y bien sea por la mañana, por la tarde o por la noche…
Aparece de súbito… Como el certero derrote
Que hiere y se lo lleva todo en un momento.
Cada cual, la conoce y la teme a su manera
Y tal es la puñalada que cuando llega, infiere
Que te deja destrozado para siempre
Convirtiendo el resto de tu vida en cruel quimera.
Y es tal la incertidumbre que genera
Su visita y tan grande el dolor que al marcharse deja…
Que hubieses preferido irte con ella
En lugar de la persona que se lleva.
Llega de improviso, cuando menos se la espera…
Golpea, se la lleva… Y se va… Hiriendo en lo más profundo.
Partiendo en mil pedazos el alma a todo el mundo
Dejando como el desierto, lo que una vez fue verde pradera.
Cualquier atisbo de lucha contra ella. Es en vano.
Y el día que llama a tu puerta
Da igual lo mucho o poco que tengas…
Pues sabes que llegará tarde o temprano.
Ésta es nuestra única y mayor certeza.
La que nos hace temer o maldecir su visita…
El saber que está a la vuelta de la esquina
Preparando su trabajo con presteza.
Sólo albergo la esperanza, de que el día
Que a mi puerta definitivamente llegue,
Haya regalado tanto amor, que no me niegue
Volver a disfrutar la cercanía
De tantos cuanto quise en ésta vida…
Y entonces, que sin prisas, de su mano me lleve
Poniendo punto y final a mi agonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario