martes, 18 de octubre de 2011

Un día cualquiera...

Hay heridas que no es capaz de curar el tiempo.

Y bien sea por la mañana, por la tarde o por la noche…

Aparece de súbito… Como el certero derrote

Que hiere y se lo lleva todo en un momento.

Cada cual, la conoce y la teme a su manera

Y tal es la puñalada que cuando llega, infiere

Que te deja destrozado para siempre

Convirtiendo el resto de tu vida en cruel quimera.

Y es tal la incertidumbre que genera

Su visita y tan grande el dolor que al marcharse deja…

Que hubieses preferido irte con ella

En lugar de la persona que se lleva.

Llega de improviso, cuando menos se la espera…

Golpea, se la lleva… Y se va… Hiriendo en lo más profundo.

Partiendo en mil pedazos el alma a todo el mundo

Dejando como el desierto, lo que una vez fue verde pradera.

Cualquier atisbo de lucha contra ella. Es en vano.

Y el día que llama a tu puerta

Da igual lo mucho o poco que tengas…

Pues sabes que llegará tarde o temprano.

Ésta es nuestra única y mayor certeza.

La que nos hace temer o maldecir su visita…

El saber que está a la vuelta de la esquina

Preparando su trabajo con presteza.

Sólo albergo la esperanza, de que el día

Que a mi puerta definitivamente llegue,

Haya regalado tanto amor, que no me niegue

Volver a disfrutar la cercanía

De tantos cuanto quise en ésta vida…

Y entonces, que sin prisas, de su mano me lleve

Poniendo punto y final a mi agonía.

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