V
D.
Juan Vizcaya Vargas…
Mi
añorado, siempre recordado, respetado y admirado Juan…
Capataz
eterno de esa parihuela que tenemos esperando en la nube 14 y en la que ya nos
esperan para la igualá definitiva tantos buenos hombres… Mi Capataz.
Sé
que, para hablar de nuestro Juan, debería intentar ser objetivo, pero no puedo…
Ni puedo ni tampoco quiero. Del mismo modo, por el tiempo transcurrido, alguien
puede pensar que, debido a la enorme distancia temporal en la que me
desenvuelvo para desempolvar recuerdos, puedo tender a ponderar en exceso e
incluso a mitificar las muchas cualidades y virtudes que adornaban a este
hombre… O llevarme incluso a agigantar su figura y su legado.
Así
mismo, puedo obviar o pasar por alto hasta sin ser mi intención, loa
imperfecciones y defectos que pudieran ensombrecer su para mí, gratísima
memoria…Pero es que me veo en la obligación de hablar tanto del mito como del
hombre.
Juan
Vizcaya Vargas fue un personaje extraordinario. Alguien adelantado a su tiempo
y con un valor y una osadía inauditos. Educado y cortés en las formas, pero con
un carácter indescriptible…Un hombre excepcional que desprendía un aura de
incontestabilidad suprema, con un carisma tan enorme y con una confianza en sí
mismo tan infrecuente, singular e inimitable como no he conocido a nadie jamás…
Con
una mirada que traspasaba el plomo… Con un brío y con unas ganas que te
contagiaba de cualquier barbaridad que se le ocurriese y encima, a lo largo del
poco tiempo que tuve la inmensa fortuna de poder disfrutarlo, era bueno de
caerse. Un hombre que siempre fue de frente y que siempre ayudó a cuantos se
acercaron a él requiriendo su favor…
Con
unos cojones como dos bombonas de butano y con una visión de futuro
privilegiada, Con un poder de convicción descomunal, una capacidad de liderazgo
que rayaba en lo imposible y una fe en lo que hacía y como lo hacía, que le
facilitaba en grado sumo conseguir cuanto intentaba… Y una capacidad de
comunicar tal, como a día de hoy no he vuelto a conocer en nadie… Tal era el carisma de este hombre, que puedo
asegurar que sin hablar más de diez palabras con él aquella noche, me hizo suyo
para siempre…
A
nivel profesional, en su tiempo, no tuvo rival. Premios a su labor de carácter
nacional e internacional, reconocimientos de las navieras y, por ende, un nivel
de cartera que, para todos nosotros, se escapaba a la comprensión.…
No
amigos… Yo no pertenecí a la mítica cuadrilla que creó para llevar a la
Santísima Virgen de la Salud, para ir a ver a la Abuela de nuestro Señor a la
catedral de Triana el 19 de octubre de 1974. No tuve esa suerte.
Hacía
pocos meses que ya había realizado la proeza de, con muchachos casi todos sin
apuntar la barba, llevar por las calles a nuestra Madre… Llevándola y
trayéndola en triunfal procesión…
No
lo puedo asegurar, pero imagino que después de semejante hazaña, se creyó capaz
de hacer lo mismo con la cofradía… Y a fe mía que lo consiguió… De hecho, su
pretensión era sacar todas las cofradías de Triana. Y sinceramente pienso y
creo que, sin lugar a dudas, lo habría conseguido, pues con la seguridad y la
fe que tenía en sí mismo y con la capacidad de convencer que tenía, podría
haber logrado cuanto se hubiera propuesto.
He
dicho visión de futuro y he dicho bien, pues de lo primero que se encargó, fue
de volver a remodelar el paso…
El
paso de nuestro Señor del Soberano Poder era, literalmente un canalla con toda
la cuerda dá… Un paso bajísimo, que había sido ya remodelado por el penitente
hacía unos años para añadirle una trabajadera, pasando de siete a ocho. El
trabajo en la primera y en los costeros era insufrible pues la mesa no te
dejaba poner la cabeza derecha por la poca distancia que había entre el trabajo
y la misma, aparte que el que tenía la desgracia de caer bajo el candelabro de
sobremesa, tenía el perno y la tuerca… Todo el altar del que disponen nuestros
amantísimos titulares en la parroquia, son parte de los respiraderos que tenía
el paso. Y si hablamos de lo que era la salida y la entrada, por las
reducidísimas dimensiones tanto de la puerta como del cancel, obligaba a sacar
los pasos de la iglesia con ruedas… Si a todo esto se le sumaba que por las
obras que se estaban realizando en el puente de Triana, el recorrido de la
cofradía era aún mucho mayor que el actual y la escasez de hombres para portar
el paso… Sólo podía hacer pensar a todo el mundo que jamás lo conseguiría…Pero
de D. Juan Vizcaya Vargas se sabía que era capaz de lograr cualquier cosa con
sólo su inclinación más, ¿que lograría conseguir si además se empeñaba en
algo…?
Tras
comprobar durante varios entrenamientos que debido a lo bajo del paso y a las
nuevas alturas de los hombres de que disponía, las cosas podrían no salir como
él pensaba y deseaba, lo primero que hizo fue suplementar las patas del paso
para lograr que tanto la arriá como la levantá fueran infinitamente menos
fatigosas, arduas y laboriosas para la cuadrilla… ¿Te acuerdas Cucu?
Tras
esos mismos entrenamientos, suplementó las trabajaderas para evitar que la
cabeza de los costaleros llegara a percutir con la mesa del paso…
Las
cartelas del canasto de nuestro paso eran enormes, poco estéticas y con un peso
desmesurado, por lo que se cambiaron por unas de Guzmán Bejarano mucho más
livianas y acordes con las líneas sinuosas del canasto, que embellecieron aún
más si cabe el conjunto.
Y
ya, por último, cambió los respiraderos de madera dorada por el moldurón de
Guzmán Bejarano, se cambiaron las maniguetas y se pusieron unos originalísimos
respiraderos de maya… Todas estas modificaciones realizadas en el paso,
provocaron que en la primera levantá que le dimos al mismo el primer día sin
respiraderos y con todo lo expuesto anteriormente, casi embarcáramos el paso en
el techo del almacén… ¿Te acuerdas Pepe Montero?
Y
todo esto, con los escasos recursos económicos de la hermandad y los medios
técnicos de entonces, lo hizo en menos de un año… Entre la semana Santa de 1975
y la de 1976…
Como
capataz, lo recuerdo muy competente, perfectamente capacitado y conocedor de
los entresijos del mundo de abajo. Autodidacta y muy correcto en cuanto a la
igualá. A nivel técnico, poco que decir, nunca le dio un golpe al paso, que
entiendo que es para lo que está un capataz por fuera, pues siempre he pensado
que la labor de un capataz cuando manda a sus costaleros desde fuera, es
precisamente esa. Todo lo demás, hay que haberlo hecho antes y hay que llegar
al día grande con los deberes hechos y sólo para disfrutar y recoger el fruto
del trabajo realizado… Duro y exigente con el trabajo, no. Lo siguiente. Con un
valor que rozaba la temeridad, le quitó las ruedas al paso y a base de entrenar
el cuerpo a tierra un millón de veces, consiguió demostrar que, con casta, con
lo que los hombres tenemos tres cuartas más debajo de donde se anuda la
corbata, saber hacer y perfección en el trabajo, nuestro Señor podía salir a la
calle solo con su pericia y maestría, el excepcional trabajo de sus costaleros,
los mandos justos y precisos y con la solemnidad que se merecía…
Tuvo
claro desde el primer momento que, la primera era la Pipi y que la última era
Pacheco para conseguir la medida justa de aquel izquierdo por delante que soñó
para su Bendito Cristo…
Podría
estar hablando de Juan días enteros, pero creo sinceramente que, con lo dicho,
basta por hoy. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Poco
más voy a añadir… Alguien tan absolutamente singular, especial, único e
irrepetible como jamás he vuelto a conocer en mi vida. Y que con él, se rompió
el molde.
Pero
llegó el nefasto día 14 del mes de noviembre de 1976 y nuestro bendito Señor
del Soberano Poder y Su amantísima Madre de la Salud
lo
llamaron para tenerlo a Su lado. Ese día se fue al cielo el hombre, sí. Pero
también nació la leyenda… Y que fue tal la conmoción y el impacto que el
conocerlo y disfrutarlo, produjeron en lo que entonces, eran mi presente y mi
futuro, que puedo asegurar que literalmente, me he quedado huérfano dos veces…
El día que murió mi padre y el día que murió Juan Vizcaya…
Solo
me resta reconocer que, junto con mi padre, me hicieron ser tal como soy. Me
inculcaron a fuego para siempre que querer es poder… Que la recompensa llega
tras el esfuerzo y que, para ser buen costalero, antes y, en primer lugar, hay
que ser buen hombre… Con todo lo que eso
conlleva.
A
día de hoy, le sigo agradeciendo todo lo mucho y bueno que me aportó en todos
los niveles de la existencia y dando infinitas gracias a nuestro Señor y a Su
bendita Madre por haberlo cruzado en mi camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario