VII
La
imagen que ilustra este capítulo, pertenece a los entrenamientos previstos para
la cuadrilla del año 1978. En aquel final del año 1975 y hasta la Semana santa
de 1976, sin poder precisar el número exacto de los mismos, os puedo garantizar
que fueron bastantes más…
Tras
lo anteriormente expuesto, llega quizás para mí lo más difícil… Cómo poner en
pie todo lo acontecido desde mi llegada a la Avenida de Coria, todo lo que pasó
en esos meses y como fue aquel lunes Santo de 1976…
Miro
hacia atrás y observo al muchacho que, con la ilusión desbordada, los pulsos
acelerados, con el ánimo siempre presto, con las prisas por ver a su amada,
disfrutar de su cálido contacto… Dedicarle el más procaz de los requiebros y
rendido a sus encantos, ofrecerle lo mejor que tenía… Y aún a día de hoy, me
sigo reconociendo. Sigo prendado y enamorado de mi muchacha como el primer día…
Pero eso es otra historia.
Como
digo, algunos de nosotros quizás, con más miedo que vergüenza, allí estábamos…
Romu,
la Pipi, Rafael Oliver, Adolfo, Manolo González, el Ferre, Manolito Alonso,
Antonio Gómez Hurtado, Julio, Roberto, Braga, Rodrigo, Santa Cruz, Urbano, José
Luis Cano, Pedro Olivares, Juan José Pozuelo Costales, José Antonio Troya,
Antonio María y Mateo Domingo González Gago , Manolo Puelles, Emilio Cano
Rueda, Antonio Alonso, Félix, Luis Vázquez, Pepe Santos, Manuel Pelegrina, José
Antonio Contreras, Manuel Díaz, El pollero, Márquez, Claudio Espejo, El Sema,
Pepe Montero, Javier de la Rosa, Sánchez, Tomás Llanos, Pepe Barragán,
Panchito, Fernando García Carreras, Piña, Antonio Flores, Manolo Orellana,
Arenal, Cobo, Juan Galera, Antonio Garduño, Manuel Vázquez Castillo, Carlos
Carnelero, Pacheco, El Limón, Pepe Arroyo, Pedro, Carlos Rodríguez, Carrillo,
Pepe Caro, Manolo y Juani Ríos, Miguel Ángel Galindo, Joaquín de la Chica,
Caireles, Mario Álvarez Franco, Manolo Cubero y puede que la memoria me
traicione pero creo que un par de hombres más había… Y un servidor. Todos, a
las órdenes de Nuestro recordado Juan Vizcaya, que como segundo llevaba a Pepe
Suarez Prieto y como ayudante a Manolo Garduño. Las contraguías eran Manuel Ríos
y Antonio Mateo… como aguador, teníamos a nuestro Antonio Halcón…
Estos,
amigos míos, eran los mimbres con los que D. Juan Vizcaya Vargas tejió el
cesto… Estos, la urdimbre y la trama… Los hombres y niños hombres a los que
nuestro Santísimo Cristo del Soberano Poder llamó para que disfrutaran de aquel
inmenso privilegio… Estos, los niños hombres y los hombres, que aceptaron Su
llamada y con enormes fatiguitas y tal vez quizás, demasiado esfuerzo, fueron
reclamados para con orgullo, casta, deseos de aprender el mejor oficio del
mundo, ganas de ser los mejores, corazón y coraje desmesurados, convertirse en
Sus pies aquel Lunes Santo… Estos fueron los costaleros con los que contó
nuestro querido Juan para obrar el milagro… Esta era toda la tropa… Y créanme
cuando les digo que, si esto pasa a día de hoy, no nos dejan ni acercarnos al
paso…
Eran
otras las circunstancias, eran otros tiempos es cierto. Pero no lo es menos que
la necesidad, aunada con el sueño de Juan y la enorme y colosal valentía de
aquella Junta de gobierno, provocaron que, por primera vez, un paso de los
duros y difíciles, con un recorrido que asustaba sólo de pensarlo y con muy,
pero que muy mala fama entre los costaleros asalariados, se pusiera en la calle
sin el aval y la garantía tranquilizadora, que pudiera significar el llevar una
cuadrilla profesional detrás, para un más que posible “por si acaso…”
Los
entrenamientos… Que puedo decir de los entrenamientos de aquel año… Al
principio, con el paso tan bajísimo, los problemas enunciados en algún capitulo
anterior, todos los contratiempos imaginables… La bisoñez de la reducida tropa
costalera… Pues bien, a pesar de todos los inconvenientes, cada miércoles y/o
sábado… Por la entrega de aquellos locos, por los acertados mandos, por el
acertado igualo, por la insistencia y la perseverancia, por el esfuerzo
denodado de la cuadrilla y por la fe de nuestro Juan, amén de por los cambios y
modificaciones que se iban realizando al paso… Cada vez a mejor… Todo el primer
afán de nuestro capataz era andar… Andar y andar… Entrenamientos interminables…
Horas y horas de machacar el andar y andar… Pues a fe que lo conseguimos…
Entrenamientos
durísimos en los que nuestro capataz, tal vez para convencerse a él mismo y
para que nosotros fuéramos también conscientes de que podíamos con todo,
siempre nos ponía al límite… Largos y penosísimos entrenamientos por las horas
y los kilos… Infinitas levantás y arrias para aprender a hacerlas como él
quería… Kilómetros y kilómetros en largas y afanosas chicotás que no acababan
nunca… Y un cubo lleno de rodajas de limón para mitigar la sed…
Para
entrenar la puerta, cientos y cientos de metros, me atrevería a decir que
kilómetros con el paso a tierra, en cualquier calle, cualquier avenida o incluso
sobre el mismo terreno…Y venga a andar… Puente de la Avenida de Coria arriba,
muro de defensa… A veces hasta el fielato. Vuelta por lo que hoy es Blas
Infante, República Argentina, Sánchez Arjona al barrio Voluntad o a San
Jacinto… Cientos de vueltas por Triana… Veces de con poco más de veinticinco
hombres bajo el paso, llevarnos al infierno… Y a veces a la gloria… Y para
postre, cuando llegábamos al barrio… Ay aquel barrio de calles con corrientes
terroríficas, vamos otra vez con el paso a tierra que “la puerta es complicá…”
Inasequibles al desaliento, tanto el capataz como la cuadrilla, a entrenar y
entrenar… A aprender a sufrir… A aprender a ser todos una piña de amigos… A
aprender a querernos como hermanos… A aprender a amar el oficio y a crecernos
ante las adversidades, los problemas y las circunstancias…
Con
nuestro Juan, llegamos a entrenar en bañador… Si amigos. En bañador… Con frío,
con calor, daba igual… Y en medio de todo esto, comenzó a inculcarnos la idea
del “Izquierdo por delante” que soñó para su Cristo del soberano Poder y que, a
su vez, tanto significó para nuestra cuadrilla y para las formas y modos de
llevar un paso de misterio que, en adelante, casi todas las cuadrillas de
aficionados quisieron poner en práctica. De las formas y maneras de inculcar la
férrea disciplina bajo las trabajaderas de Juan Vizcaya Vargas, baste decir que
uno de nuestros mayores miedos bajo el
paso, no era precisamente que alguno se lastimara, que también… Nuestro mayor temor
consistía en saber que nuestro capataz, lo mismo se metía debajo del paso para
corregir cualquier cosa, que `para echar una bronca, que, marineando por el
hueco del canasto, cuando menos te lo esperabas, te daba un toque en la cabeza
para que te pusieras derecho, o te advertía de que, de seguir con cualquier
actitud dudosa, no ibas a venir más…
Así
se forjó la cuadrilla de San Gonzalo… Trabajo duro, aprendizaje por lo que
ponen las gallinas, entrenamientos interminables y agotadores, matauras de
escándalo… Pero, con una ilusión como yo no he visto nunca…
Poco
a poco, la hazaña que estaban consiguiendo Juan, la cuadrilla y la hermandad de
San Gonzalo, comenzó a generar interés entre la gente del mundillo cofrade de
entonces y a propagarse boca a boca por Triana y por Sevilla. Y también por
entonces, comenzaron a venir a vernos algunos capataces y costaleros de la
época… Unos venían por curiosidad, otros quizás por incomprensión, lo cierto es
que este asunto generó debates y controversias, sabiendo como sabemos que aquí,
en esta tierra donde tanto cuesta reconocer el éxito ajeno, cualquier innovación
cuesta tanto de asimilar. Pero Juan y los “niños de San Gonzalo”, contra viento
y marea, siguieron adelante.
Después,
con el paso de los años, es cuando llegas a la conclusión de que nuestro Juan
no quería hacernos costaleros… Juan Vizcaya nos convirtió en Titanes.
Niños
hombres y hombres niños que llegaron a creerse que querer es poder… Que no hay
triunfo sin esfuerzo y que no hay nada que, con determinación, disciplina,
coraje y ganas de triunfar pueda hacer fracasar cuantas empresas se abracen con
entusiasmo…
Añadir
la anécdota de que, cuando cualquiera de los componentes de la cuadrilla se
intentaba meter en otra, a la pregunta obligada de
-
Niño… ¿Tú estás
en alguna otra cuadrilla?
Que
habitualmente te hacía el capataz o listero de turno, ante la respuesta de “yo
soy de San Gonzalo” … Directamente te ponía en el costero y/o en su caso, te
ponía de patero...
Cosas
de aquellos años.
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