sábado, 19 de octubre de 2013

Y en nuestras almas... Tu luz perdura.









Y en nuestras almas, tu luz perdura.
Mi añorada... Mi soñada... Siempre recordada y necesitada Marta:
Hoy, como todos los días de mi vida... Como siempre... Mi primer pensamiento ha sido para ti.
Hoy hubieras cumplido veinticinco años…
Y hoy, a pesar de tanto tiempo como ha pasado, a pesar de lo vivido y disfrutado… A pesar de lo perdido y lo ganado…A pesar de tanto y tanto como  el Señor nos ha regalado… Después de tu dolorosa partida, nada ha podido llenar el inmenso vacío que dejaste en nuestras vidas.
Todo podría haber sido de otra manera. Lo que pudo ser tu existencia, lo que desde entonces ha sido la nuestra... Todo debió ser de otra manera... Creo que tanta felicidad como sentimos y vivimos con tu esperada y deseada llegada, no podía durarnos demasiado tiempo… Creo que estando vivo, no se puede tocar el cielo con las manos mucho tiempo.
Te fuiste y nos dejaste para siempre con la tristeza y la amargura de tu insoportable ausencia, pero con la certeza del reencuentro el día que Él nos llame a Su presencia.
Él te arrebató de nuestro lado... Él y sólo Él, guardián eterno y omnipotente de los designios de nuestras vidas, te llevó a su lado por alguna razón...
Así que hoy, a pesar de que el bálsamo del amor, de la Fe y del tiempo, consuela en parte nuestro espíritu, el tremendo dolor de la vieja herida sigue partiéndonos el corazón por dentro.
Pero también Él, que tanto nos quitó con tu partida, nos regaló también nuestro mayor tesoro... Colmó de nuevo nuestras vidas con la Esperanza y nos concedió dos maravillosas hijas…Desde entonces vivimos por y para tu memoria y por y para tus dos hermanas...
Por esta y por muchas otras razones, seguimos dando a diario las gracias a nuestro Señor y a su Bendita Madre por regalarnos consuelo y esperanza. Intentamos ser felices con la vida que Ellos nos han deparado y cada día, lo afrontamos  con el gran amor que nos profesamos y con la ilusión de ser dignos merecedores de tu gratísima memoria.
Desde entonces, sabemos que estés donde estés,  te alegras de nuestros pequeños logros y que siempre nos acompañas en nuestros fracasos, y que siempre estas ahí para consolarnos o darnos nuevos bríos para seguir con nuestra existencia.
Él que tanto nos quitó, también nos dio todo lo que tenemos...
Él sabe lo que hace y por qué.
Mañana, como todos los días, seguiremos recordándote y preguntándonos como podría haber sido... Y no fue.
Como también tenemos la certeza de que desde el cielo en que creemos, un ángel maravilloso nos cuida y vela por nosotros todos los días de nuestras vidas.
Queda con Él, mi queridísima hija...
Hasta siempre Marta.