lunes, 27 de julio de 2015

Gracias papá...



Y así, cuando el frescor de esta mañana, acompañaba la incipiente luz de la amanecida de otro día que,  como tantos otros, se presumía caluroso como todo este interminable verano, volvió a ocurrir… Hacia tanto tiempo ya que no ocurría…
Como siempre pasa, casi sin quererlo… Desde luego, sin buscarlo…
A duras penas, abotagado por la noche casi sin dormir, me levanté como pude y después de entornar el  ventanal que da al campo y tras bajar la persiana, me volví a la cama para intentar, en buena lid, descabezar ese sueño esquivo y reparador que, por ser el último de la noche, parece hasta que alimenta.
Visto y no visto… Ahí estábamos de nuevo Rafael…  En aquella humilde casa de la calle Sevilla de la Chipiona de hace tantos años…  en aquel pequeño jardincito. Tu, con los años de aquella vieja fotografía en sepia que siempre he conservado como oro en paño, con aquel pantalón blanco y tus chanclas de cuero marrón… Sentado en el alfeizar del pozo de doña Manolita, con tu celtas corto que siempre te acompañaba en la mano… Y yo, con los muchos años que tengo ahora, apoyado  a tu lado, como tantas veces lo hicimos… Bendito sean los sueños que nos permiten estas vivencias tan emotivas… Hablando como entonces de nuestro Betis y de nuestras cofradías…
A nuestro alrededor… Solo el silencio entrecortado por el piar de algún pajarillo madrugador, de cualquier mañana de primavera o verano… Solos Tu y yo… Nuestra conversación y tanta sensación de PAZ,  como no era capaz de imaginar que pudiera existir hasta ayer mismo.
Fue tan breve el lapso de tiempo transcurrido entre la duermevela y el sonar del despertador, que casi lo agradezco, pues si la paz en el cielo existe, deberá ser igual a lo que yo sentía en tu tan añorada, querida y deseada presencia.
Se me volvieron a quedar tantas cosas en el tintero, papá…
Se me volvieron a quedar tantas preguntas por hacerte de nuevo, papá…
Se me volvieron a quedar en el tintero,  otra vez,  tantos abrazos por darte, Papá…
Lo único que le pido a nuestro Supremo Bienhechor es que, de alguna manera, me siga reconfortando con  estos preciosos momentos que de vez en cuando me sigue obsequiando y que me permita disfrutar a tu lado de esa maravillosa sensación de PAZ que me invade cuando, por un bendito azar, vuelvo a sentir tan cercana tu presencia.
Te sigo queriendo papá… Y te sigo necesitando tanto o más que cuando te fuiste de nuestro lado. Sé que en ese cielo en el que creo fervientemente,  estas bien… Que estas feliz y que sigues velando por todos nosotros.
Hasta la próxima papá… No tardes tanto en volver a estar un ratito conmigo.

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