domingo, 1 de octubre de 2017

¿ Quién soy yo, pobre de mí, para desafiar a la Providencia… ?



Ahora que vuelvo a dejarte por última vez, viejo amigo
Dentro del cuadro de donde no debías haber salido…
Y estando tan triste como estoy, por no haber podido
Ser nuevamente digno de ti, de mi Cristo y de mi oficio…
Te he fallado… No he sido capaz. El dolor al fin ha vencido.
Que ante el reto que suponía tan desigual batalla,
He luchado con denuedo para conseguir mi sueño.
Y te puedo asegurar que no ha sido por miedo…
Solo me ha faltado contra el dolor, empuñar la espada…
Que no, compadre.. Que no. Que la edad no perdona.
Ni las canas, ni el paso de los años, ni los excesos…
Ni el trabajo, ni el cansancio, ni el fatal atropello
Que casi me hace hablar con mi Soberano en persona.
Que no, Emilio… Que no. Que no es por falta de ganas
Ni muchísimo menos por no haberlo intentado.
Bicicleta, caminatas, el gimnasio… Todo lo que he luchado
Para poder conseguir el sueño que tanto anhelaba…
Ahora que vuelvo la vista atrás y cuento tantos años…
Tantas vivencias, tantos buenos ratos y tragos tan amargos.
Tantos amigos que se nos fueron… Tantas alegrías y desengaños.
Tantos momentos de gloria y tantos dolores de espalda… Tantos
Instantes únicos e irrepetibles y tantos sueños logrados.
Mas no me queda otra. Solo rendirme ante la evidencia.
Si Él y Ella por este pobre pecador, así lo han decidido
Está claro que contra estas razones, todo está perdido.
¿ Quién soy yo, pobre de mí, para desafiar a la Providencia… ?
En mi caso no puedo quejarme. He sido muy afortunado.
Pues mi Señor, a día de hoy, después de tanto como he pasado,
Me permite a diario ir a visitar a Su Bendita Madre y seguir rezando.
Me permite estar con los míos y me permite realizar un trabajo.
Me permite vivir, comer casi de todo y hasta seguir caminando.
Ha traído paz y sosiego a mi casa y me deja seguir soñando…
Que no me deja sacar el paso… Me duele… A qué negarlo.
Pero aquí estoy, para bendecirlo, acatar su voluntad, alabarlo
Y agradecerle a diario tanto como sin merecerlo, me ha regalado.
Y ahora descansa al fin en tu cuadro… En paz y tranquilo.
Mi viejo costal de arpillera… Mi mejor compañero… Mi fiel amigo
Que por muchos años que pasen, siempre te estaré agradecido
Por tantas cosas buenas como me diste… Y por tanto como vivimos.
Ya no te importunaré nunca más. Hasta siempre viejo amigo.

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