La paz del sosiego, de la carne y del espíritu.
La paz… ésa paz que busca el mundo y que el hombre se empeña
en guardar en el inmenso arcón donde guardamos lo peor de nosotros mismos, bajo
siete llaves. Esa paz que muchos pregonan por la boca de las mentiras
grandiosas y por la que otros mueren sin haber podido siquiera vislumbrarla.
La Paz, que los que
creemos o alguna vez creímos, imaginamos regalar a nuestros semejantes cuando
llega el momento de la ceremonia… y que después olvidamos al instante. Esa paz
que nos entregaron un día y que en el mismo envoltorio, al llegar al final de
nuestro camino, devolvemos sin haberla usado ni en nosotros ni en los demás.
Creo que no puede haber paz sin amor. Amor entre hombres,
hombres y mujeres, mujeres y mujeres, madres e hijos, amor entre hermanos, pueblos y naciones. Amor y comprensión…
Amistad… Solidaridad…
Sin amor no puede haber paz… el amor es la antitesis del
fratricidio…
El amor es la base del entendimiento razonado y de la
cordura. Con su sola presencia quedan fuera de sitio el odio, la desmesura, el
egoísmo, el magnicidio, el genocidio y la mentira institucionalizada. Con su
sola presencia, se destierra el fantasma de la guerra… Él es el anhelo de lo
que nos queda por hacer juntos…
Quiero hacer hoy desde estas líneas un canto al amor y a la
paz… Quiero decir alto a todo el mundo… y quiero deciros a vosotros al oído…
que quiero paz… que quiero amor. Que anhelo un momento de Paz… No sólo para mí,
ni siquiera para nosotros… Quiero la PAZ universal, si con mayúsculas… Quiero
la paz. Paz entre hermanos… Entre esposos… entre amigos… entre pueblos… entre
naciones… entre todos… Y a los que no la quieran, por favor… ¡¡¡DEJADNOS EN
PAZ!!!… Aunque sepa en mi interior, que sólo será mi sueño.
Para finalizar, creo que sólo tenemos la Paz, que sólo la
tendremos, cuando por fin podamos descansar en paz… Aunque a algunos, es
posible que ni siquiera eso nos dejen.
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