I
Tras
la convulsión y el íntimo estremecimiento… Tras esta brutal sacudida que sin querer
y sin deber, nos ha vuelto a deparar ésta a veces tan ingrata vida, tras la
consternación que el cúmulo de estas tristísimas vivencias sobrevenidas ha
producido en mí, he llegado a percibir que casi me siento y me encuentro
obligado a sacar, todo lo que tengo guardado en este arcano y remoto rincón del
más íntimo cajón de mi alma y mi memoria, para hacer honor a cuantos han
contribuido a que mi hermandad de San Gonzalo, mi cofradía, y mi cuadrilla de costaleros
de nuestro Padre Jesús en Su Soberano Poder ante Caifás y de nuestra Madre, La
Santísima Virgen de la Salud coronada, llegue hasta nuestros días tal y como es…
No
siempre fue como ahora la conocemos… Para llegar hasta aquí, hicieron falta
mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchas lágrimas y muchos malos ratos… También
los hubo buenos… Algunos, hasta muy buenos. Hicieron falta muchas personas comprometidas
con este gran reto que fue traer este barco a buen puerto… Fueron también
muchos los que desgraciadamente, se quedaron en el camino. Muchos también,
partieron a la casa del Padre y allí nos esperan para poder volver a fundirnos
en ese abrazo apretao tan de San Gonzalo… San Gonzalo, mi hermandad… Mi verdad
y casi cincuenta años de mi vida…
Es
por esto que he llegado a la conclusión de poner negro sobre blanco mis
vivencias para que, antes de que el cruel invierno haga aún más presa en mis ya
pocas y mermadas facultades y que, el implacable paso de los años se lleve
entre la bruma todos los recuerdos que atesoro, me apresuro a intentar
transmitir esta historia… Mi historia y mi verdad… La historia desde que llegué
al almacén de la Hermandad de San Gonzalo, allá por una fría y desapacible
noche de 1975…
Cuan
terca y persistente llega a ser la memoria. Tanto o más que las ganas de
olvidar tanto lo malo, como a veces, hasta lo bueno que nos haya podido suceder
en el pasado… En un pasado tan lejano que pareciera confundirse con la
ensoñación y con la quimera… Es probable que algunos episodios de los que estoy
dispuesto a relatar, pudieran parecer a día de hoy hasta irreales. Es hasta
posible que a muchos les puedan parecer hasta mentira… Pero son mis recuerdos.
Recuerdos de un tiempo tan lejano ya, que muchos de los que vayan a leer estas
pobres líneas, aun no estaban ni por nacer siquiera… Pues hasta sus padres no
se habían conocido. Son casi cincuenta años… Medio siglo de mi vida y de la de
casi todos los que serán nombrados en este relato.
Sólo
le pido a mi Señor del Soberano Poder que guíe mi mano, para exponer las cosas
tal y como fueron… Y a mi Bendita Madre de la Salud que ayude a no desfallecer
en mi intento.
El
que a bien quiera seguir este relato… Que lo siga.
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