martes, 2 de agosto de 2022




 V

 

D. Juan Vizcaya Vargas…

Mi añorado, siempre recordado, respetado y admirado Juan…

Capataz eterno de esa parihuela que tenemos esperando en la nube 14 y en la que ya nos esperan para la igualá definitiva tantos buenos hombres… Mi Capataz.

Sé que, para hablar de nuestro Juan, debería intentar ser objetivo, pero no puedo… Ni puedo ni tampoco quiero. Del mismo modo, por el tiempo transcurrido, alguien puede pensar que, debido a la enorme distancia temporal en la que me desenvuelvo para desempolvar recuerdos, puedo tender a ponderar en exceso e incluso a mitificar las muchas cualidades y virtudes que adornaban a este hombre… O llevarme incluso a agigantar su figura y su legado.

Así mismo, puedo obviar o pasar por alto hasta sin ser mi intención, loa imperfecciones y defectos que pudieran ensombrecer su para mí, gratísima memoria…Pero es que me veo en la obligación de hablar tanto del mito como del hombre.

Juan Vizcaya Vargas fue un personaje extraordinario. Alguien adelantado a su tiempo y con un valor y una osadía inauditos. Educado y cortés en las formas, pero con un carácter indescriptible…Un hombre excepcional que desprendía un aura de incontestabilidad suprema, con un carisma tan enorme y con una confianza en sí mismo tan infrecuente, singular e inimitable como no he conocido a nadie jamás…

Con una mirada que traspasaba el plomo… Con un brío y con unas ganas que te contagiaba de cualquier barbaridad que se le ocurriese y encima, a lo largo del poco tiempo que tuve la inmensa fortuna de poder disfrutarlo, era bueno de caerse. Un hombre que siempre fue de frente y que siempre ayudó a cuantos se acercaron a él requiriendo su favor…

Con unos cojones como dos bombonas de butano y con una visión de futuro privilegiada, Con un poder de convicción descomunal, una capacidad de liderazgo que rayaba en lo imposible y una fe en lo que hacía y como lo hacía, que le facilitaba en grado sumo conseguir cuanto intentaba… Y una capacidad de comunicar tal, como a día de hoy no he vuelto a conocer en nadie…  Tal era el carisma de este hombre, que puedo asegurar que sin hablar más de diez palabras con él aquella noche, me hizo suyo para siempre…

A nivel profesional, en su tiempo, no tuvo rival. Premios a su labor de carácter nacional e internacional, reconocimientos de las navieras y, por ende, un nivel de cartera que, para todos nosotros, se escapaba a la comprensión.… 

No amigos… Yo no pertenecí a la mítica cuadrilla que creó para llevar a la Santísima Virgen de la Salud, para ir a ver a la Abuela de nuestro Señor a la catedral de Triana el 19 de octubre de 1974. No tuve esa suerte.

Hacía pocos meses que ya había realizado la proeza de, con muchachos casi todos sin apuntar la barba, llevar por las calles a nuestra Madre… Llevándola y trayéndola en triunfal procesión…

No lo puedo asegurar, pero imagino que después de semejante hazaña, se creyó capaz de hacer lo mismo con la cofradía… Y a fe mía que lo consiguió… De hecho, su pretensión era sacar todas las cofradías de Triana. Y sinceramente pienso y creo que, sin lugar a dudas, lo habría conseguido, pues con la seguridad y la fe que tenía en sí mismo y con la capacidad de convencer que tenía, podría haber logrado cuanto se hubiera propuesto.

He dicho visión de futuro y he dicho bien, pues de lo primero que se encargó, fue de volver a remodelar el paso…

El paso de nuestro Señor del Soberano Poder era, literalmente un canalla con toda la cuerda dá… Un paso bajísimo, que había sido ya remodelado por el penitente hacía unos años para añadirle una trabajadera, pasando de siete a ocho. El trabajo en la primera y en los costeros era insufrible pues la mesa no te dejaba poner la cabeza derecha por la poca distancia que había entre el trabajo y la misma, aparte que el que tenía la desgracia de caer bajo el candelabro de sobremesa, tenía el perno y la tuerca… Todo el altar del que disponen nuestros amantísimos titulares en la parroquia, son parte de los respiraderos que tenía el paso. Y si hablamos de lo que era la salida y la entrada, por las reducidísimas dimensiones tanto de la puerta como del cancel, obligaba a sacar los pasos de la iglesia con ruedas… Si a todo esto se le sumaba que por las obras que se estaban realizando en el puente de Triana, el recorrido de la cofradía era aún mucho mayor que el actual y la escasez de hombres para portar el paso… Sólo podía hacer pensar a todo el mundo que jamás lo conseguiría…Pero de D. Juan Vizcaya Vargas se sabía que era capaz de lograr cualquier cosa con sólo su inclinación más, ¿que lograría conseguir si además se empeñaba en algo…?

Tras comprobar durante varios entrenamientos que debido a lo bajo del paso y a las nuevas alturas de los hombres de que disponía, las cosas podrían no salir como él pensaba y deseaba, lo primero que hizo fue suplementar las patas del paso para lograr que tanto la arriá como la levantá fueran infinitamente menos fatigosas, arduas y laboriosas para la cuadrilla… ¿Te acuerdas Cucu?

Tras esos mismos entrenamientos, suplementó las trabajaderas para evitar que la cabeza de los costaleros llegara a percutir con la mesa del paso…

Las cartelas del canasto de nuestro paso eran enormes, poco estéticas y con un peso desmesurado, por lo que se cambiaron por unas de Guzmán Bejarano mucho más livianas y acordes con las líneas sinuosas del canasto, que embellecieron aún más si cabe el conjunto.

Y ya, por último, cambió los respiraderos de madera dorada por el moldurón de Guzmán Bejarano, se cambiaron las maniguetas y se pusieron unos originalísimos respiraderos de maya… Todas estas modificaciones realizadas en el paso, provocaron que en la primera levantá que le dimos al mismo el primer día sin respiraderos y con todo lo expuesto anteriormente, casi embarcáramos el paso en el techo del almacén… ¿Te acuerdas Pepe Montero?

Y todo esto, con los escasos recursos económicos de la hermandad y los medios técnicos de entonces, lo hizo en menos de un año… Entre la semana Santa de 1975 y la de 1976…

Como capataz, lo recuerdo muy competente, perfectamente capacitado y conocedor de los entresijos del mundo de abajo. Autodidacta y muy correcto en cuanto a la igualá. A nivel técnico, poco que decir, nunca le dio un golpe al paso, que entiendo que es para lo que está un capataz por fuera, pues siempre he pensado que la labor de un capataz cuando manda a sus costaleros desde fuera, es precisamente esa. Todo lo demás, hay que haberlo hecho antes y hay que llegar al día grande con los deberes hechos y sólo para disfrutar y recoger el fruto del trabajo realizado… Duro y exigente con el trabajo, no. Lo siguiente. Con un valor que rozaba la temeridad, le quitó las ruedas al paso y a base de entrenar el cuerpo a tierra un millón de veces, consiguió demostrar que, con casta, con lo que los hombres tenemos tres cuartas más debajo de donde se anuda la corbata, saber hacer y perfección en el trabajo, nuestro Señor podía salir a la calle solo con su pericia y maestría, el excepcional trabajo de sus costaleros, los mandos justos y precisos y con la solemnidad que se merecía…

Tuvo claro desde el primer momento que, la primera era la Pipi y que la última era Pacheco para conseguir la medida justa de aquel izquierdo por delante que soñó para su Bendito Cristo…

Podría estar hablando de Juan días enteros, pero creo sinceramente que, con lo dicho, basta por hoy. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Poco más voy a añadir… Alguien tan absolutamente singular, especial, único e irrepetible como jamás he vuelto a conocer en mi vida. Y que con él, se rompió el molde.

Pero llegó el nefasto día 14 del mes de noviembre de 1976 y nuestro bendito Señor del Soberano Poder y Su amantísima Madre de la Salud

lo llamaron para tenerlo a Su lado. Ese día se fue al cielo el hombre, sí. Pero también nació la leyenda… Y que fue tal la conmoción y el impacto que el conocerlo y disfrutarlo, produjeron en lo que entonces, eran mi presente y mi futuro, que puedo asegurar que literalmente, me he quedado huérfano dos veces… El día que murió mi padre y el día que murió Juan Vizcaya…

Solo me resta reconocer que, junto con mi padre, me hicieron ser tal como soy. Me inculcaron a fuego para siempre que querer es poder… Que la recompensa llega tras el esfuerzo y que, para ser buen costalero, antes y, en primer lugar, hay que ser buen hombre…  Con todo lo que eso conlleva.

A día de hoy, le sigo agradeciendo todo lo mucho y bueno que me aportó en todos los niveles de la existencia y dando infinitas gracias a nuestro Señor y a Su bendita Madre por haberlo cruzado en mi camino.

Más pronto que tarde nos volveremos a reunir Juan… Tú sabes que, desde tu partida, siempre tengo la ropa preparada para acudir a tu llamada… Llama cuando quieras…

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