VI
Y
no amigos… No me había olvidado. Todo lo escrito anteriormente carecería de
sentido, al menos para mí, sin la razón de todos los por qué. Joven como era
por entonces, con menos tornillos que un globo y con muy distintas aspiraciones
espirituales que, afortunadamente en mi caso, se van adquiriendo a lo largo de
la vida, a mi lo que me empujaba a responder a la llamada de la avenida de
Coria era el poder seguir aprendiendo el oficio y algún día, poder llegar a
convertirme en costalero, (cosa por otro lado que nunca conseguí, pues a pesar
de llevarme más de cuarenta años intentando llegar a ser costalero, he llegado
a la conclusión de que, hasta el último día en que lo intenté, siempre me quedó
por aprender algo… Así que me quedé sólo en eterno aprendiz del oficio más
hermoso que el ser humano ha llegado a desarrollar). Pero no… Él me tenía reservada
la quizás, más asombrosa, fascinante, sorpresiva e inesperada experiencia de mi
vida.
Yo
no sabía de Su existencia. Sólo recordaba la anterior imagen de Castillo, tan
parecida a otras y como expliqué al comienzo de mi relato, tenía depositada mi
fe en mi “Cabezón” de San Bernardo… ¿Te acuerdas Santi…?
Me
reitero en la afirmación de que todo, absolutamente todo, era muy diferente… Y
no fue sino hasta el domingo de aquella semana en la que había llegado a l
barrio León, cundo por primera vez entré en la Iglesia.
La
puerta, aquella puerta que para mí ya siempre sería la frontera del territorio
donde me aguardaban mis mejores sueños, era otra…
El
suelo… Aquel suelo en el que, por tan distintos motivos, tantas veces
humedecería con mis lágrimas de dolor, alegría, de tristeza o de emoción…
También era otro.
Excepto
el altar mayor, que sigue estando donde estaba, todo lo demás era distinto.
Nuestros amados titulares, estaban colocados a la izquierda, en un altar
neogótico, que desgraciadamente se perdió en el incendio que sufrió la iglesia
parroquial de San Gonzalo el viernes Santo de 1977…
Todo
era absolutamente distinto a como es hoy. Todo menos Él.
Por
más que lo intentara o las buscara, creo sinceramente que no existen palabras
para describir lo que sentí la primera vez que pude mirarlo frente a frente. Porque
me entró calor y me entró frio… Se me erizó hasta el último de los cabellos… En
dos palabras: Me destrozó. Me destrozó por dentro y por fuera… Me elevó hasta
el cielo y me descendió hasta los infiernos. Todo… Todo lo que un ser humano
puede llegar a sentir en una vida, Él me lo hizo sentir en aquel instante. Toda
La Palabra de Dios nuestro Señor en un corto susurro… Todo el Amor de
Jesucristo nuestro Señor, en un abrazo… Toda su infinita dulzura y toda Su
Misericordia, en una sola mirada… Y como si fuera ayer mismo, recuerdo que solo
acerté a decirle: “SI… TU ERES…”
Soberano
de mi vida… Sé que no merezco
Tan
siquiera una palabra de Tus labios…
Mírame
Señor aquí… A Tus benditos pies postrado
Esperando
la sentencia, aunque no sea merecedor
De
la respuesta a este corazón desgarrado…
De
repente todo a mi alrededor,
Se
transforma en paz y sosiego…
Noto
como Tu palabra penetra en mi interior…
Tu
dulcísima mirada que me atraviesa
Y
que poco a poco, muy despacio, eleva
Mi
alma hacia Tu altura, dando respuesta
A
la plegaria que desde el fondo de mi corazón
Desesperado,
todas mis dudas contesta…
No
amigos míos… Nunca podré olvidar aquel breve instante en que por vez primera vez,
todo estuvo absolutamente claro para mí.
Desde
aquel momento, Ya mi vida nunca volvió a ser la misma… Y todo mi afán se
convirtió no en sacar el paso… Sino en poder llevar a mi bendito Cristo de
Soberano Poder a todo aquel al que le hiciera falta… El bendito Cristo que me
ha sacado de tantos infiernos cotidianos y me ha llevado tantas veces hasta las
mismas puertas de la gloria… El que me aprieta, pero no me ahoga… El que me da
la paz y la Esperanza… El que me proporciona un trabajo digno y me hace intentar
ser mejor persona cada día… El que me ayuda a levantarme cuando caigo.
Imagen
cierta del Dios del Amor, el perdón y la Misericordia en el que creo… El que me
escucha y me responde a diario hasta en lo más pequeño… El que me guía y el que
me protege… El que me regaló a mis padres, a mi esposa, a mis hijas y a mis
hermanos… El que me regala cada mañana un nuevo día para poder bendecirlo y
adorarlo… Al que le doy gracias todos los días por tanto como me dá… Y al que
también le pido perdón todos los días por tan poco como le ofrezco a cambio…
Si
amigos míos… Ya no me importó nunca tener que esperar todo un año para poder
sacarlo de paseo. Ya no me importó nunca más la leña que me diera o me dejara
de dar la corría. Desde entonces, solo he intentado servirle como mejor he
podido y he sabido. Las personas pasan, las épocas pasan… Los hermanos mayores
y las Juntas de gobierno pasan… Todos llegamos y nos vamos… Pero Él permanece.
Él
me mostró que el Amor está en el cómo y en el por qué… Que esta en el abrazo
del amigo… Que está en ayudar al compañero, en respetar a los demás y en que no
hagamos a los demás lo que no queramos que nos hagan a nosotros…
Desde
aquel instante, soy y seré peregrino en esta vida hasta que por fin me llame a
Su lado… Creo en Él… Espero en Él y definitivamente, soy de ÉL.
Todo
el Amor de aquel costalero niño,
Vuelve
algún día al corazón de un costalero viejo.
Cuando
llega el crepúsculo al espejo
Y
se hace espina, lo que una vez fue armiño.
Si
me destiñe el tiempo, yo destiño
Las
sombras al final de este cortejo,
Y
en la memoria de Tu imagen, me dejo
Todos
mis miedos y todo mi cariño.
Ay
Soberano Señor, qué poco falta
para
la meta… ¿Por qué está tan alta,
Si
yo no voy sin Ti a ninguna parte…
Ve
mi Señor Tú por delante, que así no me engaño.
Qué
cerquita estoy de ti, Señor…Más cada año.
Qué
poco falta Señor, para alcanzarte.
¿Que
por qué Soy de San Gonzalo…?
Creo
sinceramente que ya he contestado.
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