martes, 2 de agosto de 2022

 


VI

 

Y no amigos… No me había olvidado. Todo lo escrito anteriormente carecería de sentido, al menos para mí, sin la razón de todos los por qué. Joven como era por entonces, con menos tornillos que un globo y con muy distintas aspiraciones espirituales que, afortunadamente en mi caso, se van adquiriendo a lo largo de la vida, a mi lo que me empujaba a responder a la llamada de la avenida de Coria era el poder seguir aprendiendo el oficio y algún día, poder llegar a convertirme en costalero, (cosa por otro lado que nunca conseguí, pues a pesar de llevarme más de cuarenta años intentando llegar a ser costalero, he llegado a la conclusión de que, hasta el último día en que lo intenté, siempre me quedó por aprender algo… Así que me quedé sólo en eterno aprendiz del oficio más hermoso que el ser humano ha llegado a desarrollar). Pero no… Él me tenía reservada la quizás, más asombrosa, fascinante, sorpresiva e inesperada experiencia de mi vida.

Yo no sabía de Su existencia. Sólo recordaba la anterior imagen de Castillo, tan parecida a otras y como expliqué al comienzo de mi relato, tenía depositada mi fe en mi “Cabezón” de San Bernardo… ¿Te acuerdas Santi…?

Me reitero en la afirmación de que todo, absolutamente todo, era muy diferente… Y no fue sino hasta el domingo de aquella semana en la que había llegado a l barrio León, cundo por primera vez entré en la Iglesia.

La puerta, aquella puerta que para mí ya siempre sería la frontera del territorio donde me aguardaban mis mejores sueños, era otra…

El suelo… Aquel suelo en el que, por tan distintos motivos, tantas veces humedecería con mis lágrimas de dolor, alegría, de tristeza o de emoción… También era otro.

Excepto el altar mayor, que sigue estando donde estaba, todo lo demás era distinto. Nuestros amados titulares, estaban colocados a la izquierda, en un altar neogótico, que desgraciadamente se perdió en el incendio que sufrió la iglesia parroquial de San Gonzalo el viernes Santo de 1977…

Todo era absolutamente distinto a como es hoy. Todo menos Él.

Por más que lo intentara o las buscara, creo sinceramente que no existen palabras para describir lo que sentí la primera vez que pude mirarlo frente a frente. Porque me entró calor y me entró frio… Se me erizó hasta el último de los cabellos… En dos palabras: Me destrozó. Me destrozó por dentro y por fuera… Me elevó hasta el cielo y me descendió hasta los infiernos. Todo… Todo lo que un ser humano puede llegar a sentir en una vida, Él me lo hizo sentir en aquel instante. Toda La Palabra de Dios nuestro Señor en un corto susurro… Todo el Amor de Jesucristo nuestro Señor, en un abrazo… Toda su infinita dulzura y toda Su Misericordia, en una sola mirada… Y como si fuera ayer mismo, recuerdo que solo acerté a decirle: “SI… TU ERES…”

 

Soberano de mi vida… Sé que no merezco

Tan siquiera una palabra de Tus labios…

Mírame Señor aquí… A Tus benditos pies postrado

Esperando la sentencia, aunque no sea merecedor

De la respuesta a este corazón desgarrado…

De repente todo a mi alrededor,

Se transforma en paz y sosiego…

Noto como Tu palabra penetra en mi interior…

Tu dulcísima mirada que me atraviesa

Y que poco a poco, muy despacio, eleva

Mi alma hacia Tu altura, dando respuesta

A la plegaria que desde el fondo de mi corazón

Desesperado, todas mis dudas contesta…

 

No amigos míos… Nunca podré olvidar aquel breve instante en que por vez primera vez, todo estuvo absolutamente claro para mí.

Desde aquel momento, Ya mi vida nunca volvió a ser la misma… Y todo mi afán se convirtió no en sacar el paso… Sino en poder llevar a mi bendito Cristo de Soberano Poder a todo aquel al que le hiciera falta… El bendito Cristo que me ha sacado de tantos infiernos cotidianos y me ha llevado tantas veces hasta las mismas puertas de la gloria… El que me aprieta, pero no me ahoga… El que me da la paz y la Esperanza… El que me proporciona un trabajo digno y me hace intentar ser mejor persona cada día… El que me ayuda a levantarme cuando caigo.

Imagen cierta del Dios del Amor, el perdón y la Misericordia en el que creo… El que me escucha y me responde a diario hasta en lo más pequeño… El que me guía y el que me protege… El que me regaló a mis padres, a mi esposa, a mis hijas y a mis hermanos… El que me regala cada mañana un nuevo día para poder bendecirlo y adorarlo… Al que le doy gracias todos los días por tanto como me dá… Y al que también le pido perdón todos los días por tan poco como le ofrezco a cambio…

Si amigos míos… Ya no me importó nunca tener que esperar todo un año para poder sacarlo de paseo. Ya no me importó nunca más la leña que me diera o me dejara de dar la corría. Desde entonces, solo he intentado servirle como mejor he podido y he sabido. Las personas pasan, las épocas pasan… Los hermanos mayores y las Juntas de gobierno pasan… Todos llegamos y nos vamos… Pero Él permanece.

Él me mostró que el Amor está en el cómo y en el por qué… Que esta en el abrazo del amigo… Que está en ayudar al compañero, en respetar a los demás y en que no hagamos a los demás lo que no queramos que nos hagan a nosotros…

Desde aquel instante, soy y seré peregrino en esta vida hasta que por fin me llame a Su lado… Creo en Él… Espero en Él y definitivamente, soy de ÉL.

 

Todo el Amor de aquel costalero niño,

Vuelve algún día al corazón de un costalero viejo.

Cuando llega el crepúsculo al espejo

Y se hace espina, lo que una vez fue armiño.

Si me destiñe el tiempo, yo destiño

Las sombras al final de este cortejo,

Y en la memoria de Tu imagen, me dejo

Todos mis miedos y todo mi cariño.

Ay Soberano Señor, qué poco falta

para la meta… ¿Por qué está tan alta,

Si yo no voy sin Ti a ninguna parte…

Ve mi Señor Tú por delante, que así no me engaño.

Qué cerquita estoy de ti, Señor…Más cada año.

Qué poco falta Señor, para alcanzarte.

¿Que por qué Soy de San Gonzalo…?

Creo sinceramente que ya he contestado.

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