martes, 2 de agosto de 2022

 


VII

 

La imagen que ilustra este capítulo, pertenece a los entrenamientos previstos para la cuadrilla del año 1978. En aquel final del año 1975 y hasta la Semana santa de 1976, sin poder precisar el número exacto de los mismos, os puedo garantizar que fueron bastantes más…

Tras lo anteriormente expuesto, llega quizás para mí lo más difícil… Cómo poner en pie todo lo acontecido desde mi llegada a la Avenida de Coria, todo lo que pasó en esos meses y como fue aquel lunes Santo de 1976…

Miro hacia atrás y observo al muchacho que, con la ilusión desbordada, los pulsos acelerados, con el ánimo siempre presto, con las prisas por ver a su amada, disfrutar de su cálido contacto… Dedicarle el más procaz de los requiebros y rendido a sus encantos, ofrecerle lo mejor que tenía… Y aún a día de hoy, me sigo reconociendo. Sigo prendado y enamorado de mi muchacha como el primer día… Pero eso es otra historia.

Como digo, algunos de nosotros quizás, con más miedo que vergüenza, allí estábamos…

Romu, la Pipi, Rafael Oliver, Adolfo, Manolo González, el Ferre, Manolito Alonso, Antonio Gómez Hurtado, Julio, Roberto, Braga, Rodrigo, Santa Cruz, Urbano, José Luis Cano, Pedro Olivares, Juan José Pozuelo Costales, José Antonio Troya, Antonio María y Mateo Domingo González Gago , Manolo Puelles, Emilio Cano Rueda, Antonio Alonso, Félix, Luis Vázquez, Pepe Santos, Manuel Pelegrina, José Antonio Contreras, Manuel Díaz, El pollero, Márquez, Claudio Espejo, El Sema, Pepe Montero, Javier de la Rosa, Sánchez, Tomás Llanos, Pepe Barragán, Panchito, Fernando García Carreras, Piña, Antonio Flores, Manolo Orellana, Arenal, Cobo, Juan Galera, Antonio Garduño, Manuel Vázquez Castillo, Carlos Carnelero, Pacheco, El Limón, Pepe Arroyo, Pedro, Carlos Rodríguez, Carrillo, Pepe Caro, Manolo y Juani Ríos, Miguel Ángel Galindo, Joaquín de la Chica, Caireles, Mario Álvarez Franco, Manolo Cubero y puede que la memoria me traicione pero creo que un par de hombres más había… Y un servidor. Todos, a las órdenes de Nuestro recordado Juan Vizcaya, que como segundo llevaba a Pepe Suarez Prieto y como ayudante a Manolo Garduño. Las contraguías eran Manuel Ríos y Antonio Mateo… como aguador, teníamos a nuestro Antonio Halcón…

Estos, amigos míos, eran los mimbres con los que D. Juan Vizcaya Vargas tejió el cesto… Estos, la urdimbre y la trama… Los hombres y niños hombres a los que nuestro Santísimo Cristo del Soberano Poder llamó para que disfrutaran de aquel inmenso privilegio… Estos, los niños hombres y los hombres, que aceptaron Su llamada y con enormes fatiguitas y tal vez quizás, demasiado esfuerzo, fueron reclamados para con orgullo, casta, deseos de aprender el mejor oficio del mundo, ganas de ser los mejores, corazón y coraje desmesurados, convertirse en Sus pies aquel Lunes Santo… Estos fueron los costaleros con los que contó nuestro querido Juan para obrar el milagro… Esta era toda la tropa… Y créanme cuando les digo que, si esto pasa a día de hoy, no nos dejan ni acercarnos al paso…

Eran otras las circunstancias, eran otros tiempos es cierto. Pero no lo es menos que la necesidad, aunada con el sueño de Juan y la enorme y colosal valentía de aquella Junta de gobierno, provocaron que, por primera vez, un paso de los duros y difíciles, con un recorrido que asustaba sólo de pensarlo y con muy, pero que muy mala fama entre los costaleros asalariados, se pusiera en la calle sin el aval y la garantía tranquilizadora, que pudiera significar el llevar una cuadrilla profesional detrás, para un más que posible “por si acaso…”

Los entrenamientos… Que puedo decir de los entrenamientos de aquel año… Al principio, con el paso tan bajísimo, los problemas enunciados en algún capitulo anterior, todos los contratiempos imaginables… La bisoñez de la reducida tropa costalera… Pues bien, a pesar de todos los inconvenientes, cada miércoles y/o sábado… Por la entrega de aquellos locos, por los acertados mandos, por el acertado igualo, por la insistencia y la perseverancia, por el esfuerzo denodado de la cuadrilla y por la fe de nuestro Juan, amén de por los cambios y modificaciones que se iban realizando al paso… Cada vez a mejor… Todo el primer afán de nuestro capataz era andar… Andar y andar… Entrenamientos interminables… Horas y horas de machacar el andar y andar… Pues a fe que lo conseguimos…

Entrenamientos durísimos en los que nuestro capataz, tal vez para convencerse a él mismo y para que nosotros fuéramos también conscientes de que podíamos con todo, siempre nos ponía al límite… Largos y penosísimos entrenamientos por las horas y los kilos… Infinitas levantás y arrias para aprender a hacerlas como él quería… Kilómetros y kilómetros en largas y afanosas chicotás que no acababan nunca… Y un cubo lleno de rodajas de limón para mitigar la sed…

Para entrenar la puerta, cientos y cientos de metros, me atrevería a decir que kilómetros con el paso a tierra, en cualquier calle, cualquier avenida o incluso sobre el mismo terreno…Y venga a andar… Puente de la Avenida de Coria arriba, muro de defensa… A veces hasta el fielato. Vuelta por lo que hoy es Blas Infante, República Argentina, Sánchez Arjona al barrio Voluntad o a San Jacinto… Cientos de vueltas por Triana… Veces de con poco más de veinticinco hombres bajo el paso, llevarnos al infierno… Y a veces a la gloria… Y para postre, cuando llegábamos al barrio… Ay aquel barrio de calles con corrientes terroríficas, vamos otra vez con el paso a tierra que “la puerta es complicá…” Inasequibles al desaliento, tanto el capataz como la cuadrilla, a entrenar y entrenar… A aprender a sufrir… A aprender a ser todos una piña de amigos… A aprender a querernos como hermanos… A aprender a amar el oficio y a crecernos ante las adversidades, los problemas y las circunstancias…

Con nuestro Juan, llegamos a entrenar en bañador… Si amigos. En bañador… Con frío, con calor, daba igual… Y en medio de todo esto, comenzó a inculcarnos la idea del “Izquierdo por delante” que soñó para su Cristo del soberano Poder y que, a su vez, tanto significó para nuestra cuadrilla y para las formas y modos de llevar un paso de misterio que, en adelante, casi todas las cuadrillas de aficionados quisieron poner en práctica. De las formas y maneras de inculcar la férrea disciplina bajo las trabajaderas de Juan Vizcaya Vargas, baste decir que uno de nuestros mayores miedos  bajo el paso, no era precisamente que alguno se lastimara, que también… Nuestro mayor temor consistía en saber que nuestro capataz, lo mismo se metía debajo del paso para corregir cualquier cosa, que `para echar una bronca, que, marineando por el hueco del canasto, cuando menos te lo esperabas, te daba un toque en la cabeza para que te pusieras derecho, o te advertía de que, de seguir con cualquier actitud dudosa, no ibas a venir más…

Así se forjó la cuadrilla de San Gonzalo… Trabajo duro, aprendizaje por lo que ponen las gallinas, entrenamientos interminables y agotadores, matauras de escándalo… Pero, con una ilusión como yo no he visto nunca…

Poco a poco, la hazaña que estaban consiguiendo Juan, la cuadrilla y la hermandad de San Gonzalo, comenzó a generar interés entre la gente del mundillo cofrade de entonces y a propagarse boca a boca por Triana y por Sevilla. Y también por entonces, comenzaron a venir a vernos algunos capataces y costaleros de la época… Unos venían por curiosidad, otros quizás por incomprensión, lo cierto es que este asunto generó debates y controversias, sabiendo como sabemos que aquí, en esta tierra donde tanto cuesta reconocer el éxito ajeno, cualquier innovación cuesta tanto de asimilar. Pero Juan y los “niños de San Gonzalo”, contra viento y marea, siguieron adelante.

Después, con el paso de los años, es cuando llegas a la conclusión de que nuestro Juan no quería hacernos costaleros… Juan Vizcaya nos convirtió en Titanes.

Niños hombres y hombres niños que llegaron a creerse que querer es poder… Que no hay triunfo sin esfuerzo y que no hay nada que, con determinación, disciplina, coraje y ganas de triunfar pueda hacer fracasar cuantas empresas se abracen con entusiasmo…

Añadir la anécdota de que, cuando cualquiera de los componentes de la cuadrilla se intentaba meter en otra, a la pregunta obligada de

-         Niño… ¿Tú estás en alguna otra cuadrilla?

Que habitualmente te hacía el capataz o listero de turno, ante la respuesta de “yo soy de San Gonzalo” … Directamente te ponía en el costero y/o en su caso, te ponía de patero...

Cosas de aquellos años.

 

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