martes, 26 de julio de 2022

 


Desde aquella tarde de Febrero…

Que  con el paso del tiempo

Se ha convertido en fugaz y efímero recuerdo.

Han pasado tantas cosas, vivimos tantos momentos…

Y todo ha pasado tan deprisa… Tan sólo un instante,

Que convierte el sugerente recuerdo, en vibrante

Sinfonía de arpegios y de juventud insensata…

Que aun hoy, después de tanto y tanto tiempo,

Me sobrecoge,  conmueve y enerva el alma.

Desde aquella tarde de Febrero…

Cuando tras apenas percibirte

Cruzando San Jacinto, dejaste sin aliento

Aquel corazón que en nada creía y convertiste

Para siempre en belleza y ensueño

Cada uno de mis más íntimos anhelos.

Desde aquella tarde que aun recuerdo

Teñida del color del sol de aquel Febrero

En que la vida nos llevo a nuestro primer encuentro…

Con el olor del azahar recién abierto

En los naranjos del barrio que llevamos tan adentro.

Desde aquella tarde de Febrero

En que descubrí la hermosura hecha mujer…

El pozo de agua fresca en el que calmar mi sed,

El frescor de mis veranos y el calor de mis inviernos…

La causa de mis mejores y mayores sueños,

El puerto al que siempre deseaba volver…

Y la puerta de mi Cielo o de mi infierno.

Desde aquella tarde de Febrero

Que para siempre guardo en mis adentros,

En que descubrí el profundo candor de tu mirada,

Aquella sonrisa tuya que era toda primavera,

Tu sonrisa… Como el temblor de la flor recién cortada.

Y tu enorme timidez y tus silencios, que quisieran

Decir tanto… Sin decir ni una palabra...

Y que convirtió una simple chispa en una hoguera

Que no apagaron desengaños,

Ilusiones rotas, ni el paso de los años,

Nuestras discusiones o el peor de los momentos.

Desde aquella tarde de Febrero…

Solo bendigo el día

En que el Señor te trajo a mi encuentro.

Y solo le pido a la vida

Ser capaz de parar el tiempo…

Conseguir que olvides los malos momentos…

Disfrutar cada instante tu compañía.

Pasear por la playa como hicimos aquel verano…

Felices y juntos… Cogidos de la mano.

Lograr que te sientas dichosa a mi lado…

Compartir tu alegría y tu llanto…

Poder regalarte a diario un te quiero.

Velar tu sueño cuando estas dormida…

Por la mañana, decirte hasta luego,

Cuando llegues, darte la bienvenida…

Lograr que tu boca se rompa en sonrisas…

Darte a la mañana, un beso de buenos días

Y por la noche, desearte felices sueños.

Ser en invierno, tu calor y tu abrigo…

Ser tu mirra, tu oro y tu incienso

Vivir toda la vida contigo

Y cuando ya seamos muy viejos…

Como aquella tarde, hace tanto tiempo,

Decirte como entonces que te sigo queriendo…

Y que nunca tuve mejor regalo

Que el que tan cerca de San Gonzalo

Me hizo mi Dios… Aquella tarde de Febrero.

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